Yo había perdido a mi marido, y después de casi un año intentando adaptarme a mi nueva situación con la ayuda de mis hijas y el resto de mi familia, no conseguía salir del estado de tristeza en que había caído. Mis hijas comenzaron a insistirme en que tenía que salir y distraerme, y aunque lo intenté quedando dos o tres veces con amigos, el estar con otras parejas (nuestros amigos eran matrimonios con hijos, como nosotros) solo hacía que creciera mi tristeza y extrañara mas a mi marido. Necesitaba hacer nuevas amistades y empezar de cero. Entonces mi hermano, que había conocido a su pareja en un foro de Internet, y mis hijas me convencieron para que me apuntara a Parship. Pensé que no perdía nada, y aunque siempre había tenido bastante recelo sobre este sistema de conocer gente, lo intenté.
Jóse se apuntó más o menos al mismo tiempo, después de escuchar vuestra publicidad en una emisora de radio, aunque le pasaba un poco como a mí, que no tenía demasiada confianza en que funcionara.
Entre las personas que me enviaron sonrisas y solicitudes de contacto en los primeros días, Jóse fue quien mas me llamó la atención, quizá por empatía, porque era viudo como yo y también tenía una hija. Después de escribirnos a diario durante una semana a través de Parship, en la que descubrimos que teníamos muchas cosas en común (desde la coincidencia en nuestro horóscopo hasta en el nombre y la edad de una de mis hijas con el de la suya), nos decidimos a intercambiar nuestros correos particulares, y tras otros seis o siete días más, él dio el paso de darme su teléfono. La primera cita no tardó en llegar. Quedamos una tarde para tomar un café, y se nos pasaron tres horas sin darnos cuenta. Yo descubrí a un hombre maravilloso, bueno, cariñoso, y con el que me sentía como si nos conociéramos de toda la vida. Los dos sentíamos que, después de todo lo pasado, volvíamos a ser felices. Fue increíble volver a tener “mariposas” en el estómago cada vez que nos llamábamos, que quedábamos para salir… Han pasado casi cinco meses desde ese primer café, y los dos seguimos sintiendo la misma ilusión. Nuestras obligaciones familiares no nos lo van a poner fácil, pero nuestras hijas parecen haber congeniado y aceptado nuestra relación, y con un poco de buena voluntad, vamos encontrando la forma de estar juntos siempre que podemos, unas veces solos y otras con nuestra hijas, pero tenemos muy claro que queremos estar juntos para siempre.
Los dos sentimos que, al conocernos, la vida nos ha dado otra oportunidad de ser felices y estamos seguros de que la vamos a aprovechar.
Muchas gracias.
Inma.